La inclusión financiera en Colombia ya no es un complemento: es clave para el desarrollo social. Más que acceder a un producto bancario, implica que jóvenes y poblaciones vulnerables cuenten con herramientas para tomar decisiones informadas: planear, ahorrar y usar el crédito de forma consciente.
En un país donde crecen las cuentas digitales y los medios de pago, el verdadero avance está en acompañar estos accesos con habilidades prácticas. Solo así se construye una cultura financiera sólida, basada en el empoderamiento, no solo en el consumo.
Colombia ha registrado avances significativos en materia de bancarización. El 94,6 % de los adultos ya cuenta con al menos un producto financiero, lo que representa más de 36 millones de personas conectadas al sistema. Este crecimiento ha sido impulsado, en gran parte, por la expansión de canales digitales como los monederos electrónicos, que sumaron 4,1 millones de nuevos usuarios en 2023 y alcanzaron los 27,5 millones de registros.
Estos canales han simplificado el acceso y la gestión de las finanzas personales, permitiendo que más personas —desde cualquier lugar— puedan administrar su dinero sin depender de las estructuras tradicionales.
Sin embargo, el reto persiste. Cerca del 40 % de la población adulta en Colombia aún no accede plenamente a servicios financieros formales. Esta brecha, especialmente marcada en zonas rurales o entre sectores informales, refleja que no basta con crear productos: es necesario diseñarlos para quienes históricamente han estado excluidos.
En ese contexto, las fintech han ganado protagonismo. Con 394 startups activas y un crecimiento del 5,8 % en 2024, Colombia se ha posicionado como un hub regional. Estas empresas, gracias a su enfoque digital, ágil y centrado en el usuario, han llevado soluciones financieras a rincones donde antes no llegaban los bancos.
Además, muchas han comprendido que el verdadero impacto no está solo en prestar dinero, sino en educar. Aquellas que integran contenidos pedagógicos y herramientas de autogestión están generando un cambio duradero en la forma en que se usan y se entienden los recursos financieros.
Un ejemplo claro de este enfoque es One2credit, una fintech que ha centrado su propuesta en jóvenes de estratos 1, 2 y 3. A través de créditos educativos 100% digitales, One2credit no solo financia matrículas, sino que acompaña a sus usuarios en todo su proceso formativo, brindándoles orientación financiera y contenidos de valor que fomentan la autogestión.
Aquí, la inclusión no se limita al acceso: se extiende a una cultura de autonomía, responsabilidad y visión de futuro. El modelo de One2credit demuestra que el éxito de una política de bancarización no depende únicamente de el acceso a productos financieros, sino de cuántas entienden cómo usar el dinero para construir oportunidades.
A pesar del crecimiento del ecosistema fintech, el acceso al crédito formal aún es limitado para buena parte de la población, especialmente en contextos rurales. Esto subraya la urgencia de diseñar estrategias más enfocadas, que no solo otorguen recursos, sino que garanticen permanencia, formación y uso inteligente del crédito.
En esa dirección, One2credit va más allá del financiamiento: fortalece habilidades financieras, acompaña a los usuarios en sus decisiones clave y contribuye a que más jóvenes puedan ver su educación como un proyecto viable, no como un lujo inalcanzable.
La inclusión financiera, en su forma más auténtica, no se mide solo por el número de productos bancarios activados, sino por el nivel de libertad con que cada persona puede construir su futuro.