Índice de Inclusión Financiera de Credicorp 2025

Comunicaciones CF
Credicorp & Ipsos November 6, 2025 | Lectura de 5 minutos

La quinta edición del Índice de Inclusión Financiera (IIF 2025), elaborado por Credicorp con el apoyo de Ipsos, muestra que América Latina sigue avanzando hacia una mayor inclusión financiera, aunque de manera desigual y con signos de estancamiento en ciertos países. El índice regional alcanzó 48,5 puntos sobre 100, un incremento de 10 puntos desde 2021, pero que aún ubica a la región en un nivel considerado “medio bajo”. Esto evidencia que los avances coexisten con importantes brechas estructurales.

El estudio analiza ocho países de la región (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, México, Panamá y Perú) a partir de tres dimensiones: acceso, uso y calidad percibida en los servicios financieros. En 2025, Argentina lidera el ranking con 57,3 puntos, seguida de Chile (56,7) y Panamá (55,5). Esta tendencia se dio tanto por el crecimiento sostenido en acceso y uso, como por la mayor frecuencia de operaciones en Argentina y la penetración de la banca tradicional en Chile. Por su parte, Colombia retrocede a la penúltima posición con 45,4 puntos, solo por encima de Bolivia, mostrando una pérdida de ritmo frente al progreso alcanzado en años anteriores debido a la falta de consolidación, al menor uso de herramientas digitales y a la disminución en acceso y participación ciudadana en los niveles más altos de la inclusión financiera.

El informe evidencia una transformación en el enfoque de inclusión financiera. Ya no se trata únicamente de abrir cuentas o ampliar la bancarización, sino de asegurar que los servicios financieros sean utilizados de manera efectiva, percibidos como útiles y confiables. Este cambio de paradigma es fundamental porque refleja un cambio de tendencia a nivel mundial en la medición de la inclusión financiera no solo como acceso, sino como bienestar efectivo.

Sin embargo, persisten barreras importantes, especialmente entre personas con bajo nivel educativo, empleo informal o residentes en zonas rurales. Estas poblaciones enfrentan mayores dificultades para acceder y usar productos financieros formales generando brechas significativas y disparidades en la inclusión financiera al rededor de la región. Las brechas por edad y género también se mantienen, aunque muestran señales de leve reducción, indicando que aún hay un camino largo para lograr una inclusión equitativa.

Uno de los hallazgos más relevantes del informe es la expansión de las billeteras digitales, que se han consolidado como la puerta de entrada al sistema financiero formal. Su tenencia se cuadruplicó desde 2021, alcanzando al 43% de la población regional, mientras que el uso intensivo para pagos y servicios pasó de 7% a 22%, con dos de cada tres usuarios operando de manera frecuente. Este cambio refleja un punto de inflexión en la forma en que los latinoamericanos acceden y gestionan su dinero, impulsado por la digitalización y la masificación del teléfono móvil. No obstante, la persistencia del uso del efectivo y la limitada adopción del ahorro formal muestran que la inclusión digital aún no se traduce completamente en inclusión financiera plena.

A la par, la confianza en el sistema financiero ha mejorado en los últimos cinco años, pasando del 29% al 38%, con los bancos privados liderando la percepción positiva, seguidos por los bancos estatales y las fintechs, que también ganan terreno como actores confiables. Sin embargo, la confianza y el uso efectivo de los servicios financieros aún no se distribuyen de manera equitativa, y la insuficiencia de ingresos sigue siendo la barrera más importante para acceder a productos de ahorro y crédito.

En síntesis, el IIF 2025 confirma que la digitalización impulsa el acceso, pero que las limitaciones económicas, la informalidad y la necesidad de generar una mayor confianza y conocimiento en la población son los grandes pendientes. América Latina avanza, pero lo hace a dos velocidades: mientras algunos países consolidan ecosistemas digitales más inclusivos, otros enfrentan retrocesos derivados de brechas estructurales. Para Colombia, el desafío es claro: recuperar el impulso perdido y transformar la adopción digital en un uso efectivo y confiable del sistema financiero formal, asegurando que los avances tecnológicos se traduzcan en beneficios tangibles para toda la población.

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