Cada año, miles de estudiantes en Colombia presentan las pruebas del ICFES con la esperanza de ingresar a la educación superior. En ese proceso, el sistema recopila no solo resultados académicos, sino también información personal, socioeconómica y familiar que permite identificar patrones entre quienes más adelante abandonarán sus estudios.
La deserción universitaria en Colombia no ocurre de forma repentina ni responde a un único momento crítico. Puede darse antes de matricularse, a mitad de la carrera o incluso al final del ciclo académico. Más que una decisión aislada, es el resultado de obstáculos persistentes —muchos de ellos económicos y sociales— que se agravan por la falta de inteligencia financiera.
Porque, cuando el acceso a oportunidades depende de entender cómo funcionan los recursos, las decisiones y las herramientas disponibles, no basta con tener el deseo de estudiar. También se necesita saber cómo sostener ese deseo en el tiempo.
En Colombia, existe una fuerte creencia cultural en el poder transformador de la educación. Estudiar es, para muchos, la vía principal para “salir adelante” y alcanzar la movilidad social. A pesar de las dificultades económicas, muchas familias continúan viendo en la educación una promesa de futuro. Obtener un título universitario o un posgrado se asocia con el éxito, el progreso y la superación personal.
Sin embargo, esta convicción se enfrenta con una realidad desigual. Las oportunidades para acceder y permanecer en el sistema educativo están limitadas a quienes logran desenvolverse en los espacios adecuados, con los recursos necesarios y los contactos precisos. Esta desconexión entre expectativa y realidad da origen a narrativas como: “Le gustó la plata y dejó el estudio”, “El cartón no sirve para nada”, o “Es mejor trabajar desde ya”.
Estas frases no surgen del desprecio al conocimiento, sino de una percepción muy concreta: estudiar puede convertirse en un lujo cuando las necesidades básicas no están cubiertas.
El panorama se vuelve más complejo cuando los jóvenes ingresan a la universidad. Aquellos que enfrentan mayores dificultades económicas suelen dejar relegada la opción de convertirse en profesionales, especialmente si no han desarrollado una comprensión clara sobre el valor de la educación desde edades tempranas.
Asimilar lo que se quiere estudiar, elegir una carrera, y comprometerse con ella durante cinco años —o más— no es sencillo. A esto se suman los miedos habituales de estar lejos de casa, adaptarse a un entorno desconocido y, por supuesto, enfrentar las preocupaciones económicas. En la mayoría de los casos, los adolescentes delegan esta última responsabilidad a sus padres y no participan activamente en la gestión de sus propios recursos. Esa distancia entre el deseo de formarse y la realidad económica agrava la deserción.
En casi ningún caso desertar es una decisión tomada a la ligera. Por lo general, los estudiantes perciben que el estudio representa una inversión sin retorno inmediato: exige tiempo, dinero y esfuerzo, sin una recompensa clara hasta años después. Muchos sienten que pierden oportunidades laborales mientras están en las aulas. Por lo que las oportunidades laborales informales pueden parecer más accesibles y rentables a corto plazo.
Frente a esto, las instituciones educativas, aunque directamente impactadas, no siempre tienen las herramientas para evitar la deserción. Entidades como el MEN, SNIES, o el ICFES analizan el fenómeno desde datos académicos, pero el problema es estructuralmente social y económico, que no puede resolverse únicamente con acompañamiento académico. Muchos estudiantes no abandonan por bajo rendimiento, sino porque no logran ver en el título una garantía de mejora en su calidad de vida.
Esto no significa necesariamente un retroceso. Hoy, otras formas de educación y empleo han ganado terreno. El conocimiento práctico, las habilidades digitales y las certificaciones específicas empiezan a tener tanto valor como un título profesional. No obstante, esto también plantea un dilema: ¿Cómo asegurar que quienes sueñan con una carrera universitaria puedan realmente culminarla?
La frase «el mundo avanza rápido» ya no es solo un cliché. Hoy en día existen alternativas concretas para que los jóvenes no abandonen sus estudios por falta de recursos. Es así como las Fintech, cada vez más juegan un papel clave para reducir las tasas de deserción, ofreciendo soluciones prácticas y accesibles a miles de estudiantes para no poner pausa a sus sueños.
En One2credit, nuestro objetivo es justamente ese: facilitar el acceso a la educación superior. Nuestros convenios con instituciones de educación superior nos permiten acompañar tanto a las universidades como a sus estudiantes.
Además, promovemos la educación financiera en toda nuestra operación, permitiendo así, que los estudiantes desarrollen competencias clave para tomar decisiones responsables con su dinero, muchas de las cuales no han sido enseñadas en sus hogares ni en el sistema escolar. Esta cercanía con la realidad financiera de nuestros usuarios permite también a instituciones de educación superior aliadas comprender mejor las causas de deserción y actuar en consecuencia.
El contexto socioeconómico sigue siendo una de las principales barreras para que los estudiantes colombianos completen sus estudios. Pero hoy existen más herramientas y caminos para superarlo. Desde la educación virtual, que crece exponencialmente, hasta alternativas de financiación más flexibles y personalizadas.
Tener acceso a herramientas de educación financiera permite a los jóvenes tomar decisiones informadas, no desde la desesperación, sino desde la planificación. Saber cómo financiar una carrera transforma completamente la experiencia educativa: deja de ser un camino de obstáculos y se convierte en una ruta viable hacia el futuro.
Ninguna institución educativa puede entender verdaderamente a sus estudiantes si no entiende su realidad financiera. En One2credit,nuestro compromiso va más allá de la financiación: ayudamos a visibilizar los desafíos de la deserción y a construir, junto a otros actores del ecosistema, soluciones reales para evitar que más jóvenes abandonen su camino.